Uno llega a un punto en la vida que ya no te dejan disfrutar porque se supone que eres "muy grande para hacer esas cosas de mocosos". Te miran raro si sales corriendo a que la lluvia te caiga, si te ríes con toda la fuerza, si te tiras al piso a pintar con las manos, si te gusta ponerte balerinas fuxias o celestes, si te haces dos colas o trenzas con ganchos de colores, si te cantas las canciones pop e infantiles, y un largo etcétera.
En cambio, si te vistes con blusas sobrias y pantalones de paño, si hablas en tono solemne y con palabras rebuscadas, si tienes un trabajo estable y te llevas bien con los jefes siendo eficiente, si te casas y tienes una familia adorable, eres una adulto maduro y emprendedor, digno de imitar y totalmente realizado.
Pero, ¿qué es la madurez? Para muchos es estabilidad, emocional o económica, dependiendo de los valores que primen en su vida. Para mí es conocerse uno mismo, con defectos y virtudes, sabiendo como reaccionarás (o al menos imaginando como) a distintas situaciones. Aceptándote y asumiéndote como persona con todos sus bemoles, porque sabes que puedes trabajar en ello sin desesperarte si ya no lo puedes cambiar.
¿Suena difícil? Sí, y lo es. Llegar a ese punto necesita golpes, alegrías y llantos, pero sobretodo determinación y valor para saber que haces quien eres. Antes yo me complicaba por cosas mínimas, ahora tengo una actitud un poco más tranquila ante las mismas situaciones. Como quien dice "Ya me estoy curtiendo". A veces me dan mis crisis (como les llamo a los momentos en que lo veo todo muy gris), pero he aprendido a superarlos y a dejar que sólo me afecten un día.
Con el tiempo aprendes a distinguir a quien contarle tus asuntos, porque sabes que la otra persona te puede apoyar o al menos hará que esboces una sonrisa que te llevara a otras. Considero que para ser feliz, palabra que va muy unida a mi concepto de madurez, uno debe conservar su corazón de niño. Jugar, gritar, cantar, sonreír, llorar un momento y seguir. Los niños lo ven todo simple porque son inocentes y lo observan desde su pequeña experiencia. Te lo dicen todo de manera sincera, aunque sea parte de su ilusión. Una frase que me agradó mucho es: No dejas de jugar porque te haces viejo, te haces viejo porque dejas de jugar. La tengo como lema. ¡Juega!
¿Tú conservas tu corazón de niño o te has vuelto una dama o señor de hierro? ¿Dejas que lleguen a ti o has puesto una barda que ni tú puedes saltar?
Juégale, apuéstale, ponle fe
Como ser parte de tener corazón de niño es divertirse, les dejo a uno de mis niños favoritos (junto con Mafalda, Enriqueta y Timmy Turner): Shin Chan ¡que no se calla nada!
Oyendo "Fluorescent adolescent" de Arctic Monkeys
3 comentarios:
hey! creo yo que el tema no es restringirse a un mundo cerrado ni limitante, sino hacer lo q haces desde siempre: sonreir, gritar, jugar,pintar,hablar....y hacer las cosas x q tu quieres y se te antoja hacer, ah si te digan "tas viejo para esas cosas..." en mi caso hasta ahora gusto de los dibujos animados por mas comentarios q me dicen jaaaa! =) ......
Bytes!
Jonathan
Bonito texto. Coincido con él.
Te leo.
Una vez me dijeron que los niños conocen las nueve puertas del universo, y que conforme crecemos las experiencias vividas nos las van cerrando. Es bueno conservar el corazón de niño, porque por lo menos, sabemos que recuperaremos el camino. Un saludo, siempre te leo en twitter pero no había descubierto tu blog.
Otramaria
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