Las personas somos árboles. Así de simple. Al menos eso es lo que creo. Cada persona es sembrada en ésta vida, a veces con amor, otras de casualidad o fuimos planeadas en una estación del año. La semilla se instaló en la tierra y empezó a brotar. Alguien nos regó, tal vez la lluvia o una mano cálida, como fuere seguimos creciendo.
A medida que crecimos, las ramas fueron aumentando. Cada rama tenía una experiencia. Cada hoja que brotó, era un recuerdo. Las flores, si las tuvimos por temporadas, momentos especiales que queremos atesorar pero al final sólo queda la rama, la experiencia. Todo ello se nutre del tronco mayor. Ese que somos, ese que se nutrió a su vez de las hojas y ramas
Cada estación (que a veces no son las mismas que las típicas primavera, verano, otoño o invierno) hace que nosotros, el árbol, cambie según la etapa en la que estamos, demostrando así que cada uno tiene su tiempo.
Pasada la "primavera" de la etapa, en que todo floreció y era propicia para guardar muchos recuerdos, llega el "verano", cálido, brillante y dispuesto a llenarnos de energía, pero a veces los recuerdos no sobreviven y caen en "otoño". Luego, el árbol espera a que nazcan nuevas hojas y flores después del "invierno", en la nueva "primavera".
Podemos crecer y renacer muchas veces en la vida según lo que nos ocurra, según la etapa que atravesamos. Incluso a veces necesitamos talar un poco el árbol para realmente lograr un cambio en nosotros. Sin embargo, siempre queda el tronco mayor, ese que hace que no perdamos lo que somos. Nuestra esencia.
Ahora sacudo mi árbol para que los recuerdos de ésta etapa caigan de una vez, o quizá el tiempo se encargue de llevárselos cuando crea conveniente. Veremos que hace el señor tiempo con mis hojas y dónde las lleva.
A medida que crecimos, las ramas fueron aumentando. Cada rama tenía una experiencia. Cada hoja que brotó, era un recuerdo. Las flores, si las tuvimos por temporadas, momentos especiales que queremos atesorar pero al final sólo queda la rama, la experiencia. Todo ello se nutre del tronco mayor. Ese que somos, ese que se nutrió a su vez de las hojas y ramas
Cada estación (que a veces no son las mismas que las típicas primavera, verano, otoño o invierno) hace que nosotros, el árbol, cambie según la etapa en la que estamos, demostrando así que cada uno tiene su tiempo.
Pasada la "primavera" de la etapa, en que todo floreció y era propicia para guardar muchos recuerdos, llega el "verano", cálido, brillante y dispuesto a llenarnos de energía, pero a veces los recuerdos no sobreviven y caen en "otoño". Luego, el árbol espera a que nazcan nuevas hojas y flores después del "invierno", en la nueva "primavera".
Podemos crecer y renacer muchas veces en la vida según lo que nos ocurra, según la etapa que atravesamos. Incluso a veces necesitamos talar un poco el árbol para realmente lograr un cambio en nosotros. Sin embargo, siempre queda el tronco mayor, ese que hace que no perdamos lo que somos. Nuestra esencia.
Ahora sacudo mi árbol para que los recuerdos de ésta etapa caigan de una vez, o quizá el tiempo se encargue de llevárselos cuando crea conveniente. Veremos que hace el señor tiempo con mis hojas y dónde las lleva.
Oyendo "Medium" de Gustavo Cerati
Pude desaparecer, pude decir que no, pero el fin de la pasión es que lo oculto se vea
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